El taller de Pedrito
Pedrito tiene apenas 28 años, en su taller conviven los fierros que
cualquiera quisiera tener se especializa en hot roads y tunning. Se imponen allí las
máquinas del moño dorado, Chevrolet en su mayoría. En la esquina de 485 y 139 de Gorina se encuentra, de 9 a 12 y de 14 a 19 horas todos los días.
Reconocido por los trabajos que este realiza a la vieja usanza con martillo y
fierro moldea esas piezas que son imposibles de encontrar y las deja como
nuevas,y si no las arregla, las consigue y las trae de EEUU...
Viernes
a la mañana, por Camino Centenario hasta la calle Lacroze de Gonnet derecho por
133 avanzamos hasta la calle 485, seís cuadras hacia al fondo donde está la estación
de servicios, justo al frente con la puerta a medio abrir está el taller de Pedrito, son las
12 del mediodía la esquina es la intersección de las calles 485 y la 139
Gorina,. Dos muchachos esperan en la puerta uno más chico que el otro, el más
alto es Pedro. Un Volkswagen Gold Trend de color rojo con unas llantas enormes
bajado al ras del suelo se luce estacionado en la puerta. La Puerta se abre del
todo y los fierros empiezan a asomar.
El taller abrió hace tres meses, el primer auto que le tocó tunear a Pedro fue una Coupe Chevy de color amarillo fosforescente. “Había que bajarla, ponerle audio y polarizarla un tuning básico” dijo Pedrito. “En ese momento era solo uno”, nos aclara...
Hoy
el taller de 20 m2 está repleto. En la entrada se ven dos chatas Chevrolet, una modelo 70 y pico y
la otra 81. La roja que es la más viejita, tiene en su interior dos butacas, un
volante de madera, el tablero forrado en
felpa y con una bajadita en la suspensión de 20 cm. La otra parece la vedette, de color bordo,
está a 15 cm del suelo, tiene suspensión hidroneumática, se sube y se baja a
gusto del usuario. Las dos con vidrios polarizados, llantas anchas y cromadas.
Más atrás hay una Chevrolet tipo trucker americana, debe tener de alto unos 2
metros diez, el capo está en el metro
ochenta de la máquina, sin parrilla, la están terminando. Olvidado en el fondo
quedó un Chevrolet 51, también a medio pintar, en proceso de restauración. Un
poquito más adelante y con un color celeste espectacular oscuro,
aparece una combi Volkswagen pick up, bajada unos 15 cm, con la salvedad que en
lugar de asientos para darle un poco de magia a la rústica combi, le
encastraron un hermoso banco de plaza de madera todo barnizado, brillante.
La
decoración del lugar es aún mejor, alrededor de las máquinas, como un mueble, aparecen 6 motores Chevrolet, cuatro V8
en un estado inmaculado, apoyados en sus patas como diciendo tengo poder.
Llantas y gomas de varios tamaños, carburadores nuevos, pulidos listos para
usar. Siguiendo con los motores al final de la fila de los V8 aparece un motor V10
de un Chevrolet Caprisse modelo 72. En el taller el motor, una cuadra y media
más atrás en la casa de Pedro, en la sala de espera del taller, está el coche.
Este
taller no solo vive de clásicos y es lo que más prestigio sino que hacen todo
tipo de trabajos aquí. Además del taller, Pedro y sus dos amigos son compañeros de
trabajo, participan con sus camionetas en eventos y reuniones a los que son
invitados. Están en planes de organizar un encuentro en Gorina con sus autos
y los autos de amigos, que según Pedro son muchos. Pero por ahora no hay nada firme.
Gorina
a pesar de ser un barrio reconocido por el frigorífico y la cárcel que allí
funciona, al pisar sus calles se ve una estirpe fierrera,
cada dos cuadras hay un taller, ya sea de chapistas o de mecánicos que dan
cuenta de la demanda que hay de estos servicios. Entre estos talleres aparece
el “Taller de Pascual” en donde Pedro aprendió todo lo que sabe, y manifiesta
entre sus trabajos junto con los clientes que le dan sus autos, la experiencia adquirida. En este momento tiene autos de Berisso, de
Quilmes, de Berazategui y hasta de La
Plata. Siendo Gorina barrio alejado del casco urbano platense demuestra
así lo solicitado que está de trabajo el taller de Pedro.
Pedro Pereyra se hizo conocido en el ambiente de una forma particular. Una vez le llevaron al taller una chevy que había sufrido un choque terrible y se le había deformado toda la trompa. El muchacho Pedro con toda su paciencia y laburo, le dejo la trompa nueva. Conforme con esto el cliente y él, deciden subir las fotos del trabajo realizado al Facebook, esto le sirvió de promoción. Y a los días le empezaron a caer autos y autos, logrando así la cantidad y los resultados que Pedro carga hoy a sus espaldas, siempre para seguir creciendo en su pasión y trabajo, obteniendo el prestigio que le dan todos los autos que pasaron por sus manos y los próximos que vendrán.
Pedro Pereyra se hizo conocido en el ambiente de una forma particular. Una vez le llevaron al taller una chevy que había sufrido un choque terrible y se le había deformado toda la trompa. El muchacho Pedro con toda su paciencia y laburo, le dejo la trompa nueva. Conforme con esto el cliente y él, deciden subir las fotos del trabajo realizado al Facebook, esto le sirvió de promoción. Y a los días le empezaron a caer autos y autos, logrando así la cantidad y los resultados que Pedro carga hoy a sus espaldas, siempre para seguir creciendo en su pasión y trabajo, obteniendo el prestigio que le dan todos los autos que pasaron por sus manos y los próximos que vendrán.
El
trabajo abunda, se ven motores dispersos por todos lados y en proceso de trabajo, carburadores desarmados con tornillos desparramados
alrededor, capos levantados, criquets elevados, todo impecable, digno de una
sala de operaciones. No abunda la grasa, la
limpieza asombra. La prolijidad es digna de un boxes de carrera. La
tranquilidad de los chicos, como un dejo de saber y de placer por lo que hacen
le dan la experiencia del triunfo asegurado. Un mecánico al entrar aquí seguro
sentiría algún recelo al ver estas piezas inconseguibles, de un carácter
histórico, envidiable para cualquier restaurador. Y Pedro tranquilo dice, “si
no las tenemos las conseguimos, traemos piezas de Estados Unidos si las
necesitamos”.
Entre
los fierros más comunes, se ven en el taller un Chevrolet Corsa cinco puertas con
la trompa destrozada en vías de restauración, justo en el ingreso. Un Renault
11 gris sin una puerta, con algunas manchitas de anti oxido, listo para salir
en breve. No son muchos pero están.
En
la casa de Pedro, segunda sala del taller en el medio de un descampadito, un
Motor home Mercedes 1518 marrón y blanco en varias escalas espera a un paso de
la salida como queriendo partir. Las antiguas y más recientes adquisiciones De
Pedro allí se exhiben, en su casa, esperando su turno con el cirujano, que por
el momento está muy solicitado. El primero en salir será el Caprisse según
Pedro, de restaurarse a cero sería una obra de arte y un estupendo trabajo. Las
partes del fierro están dispersas por todos los huecos del taller, que no son
muchos debido al espacio y la cantidad de pacientes en la sala de operaciones
buscando resucitar. El Chevrolet Caprisse con su nuevo impulsor descansa en el
fondo, con un motor 250 de Chevy, para que se pueda usar tranquilo sin hipotecarlo
para salir a pistear. Donde está el Caprisse color verde, también hay una rural
Impala color azul, una chevy serie dos color naranja y un Rambler Ambassador
que descansan al aire libre, para volver a nacer cuando Pedro los quiera
revivir
Este
lugarcito alejado de la city, un pequeño remanso de creatividad y bellas
maquinas en pleno proceso de resurrección. De la mano de un simple pibe que de tanta pasión
acumulada y de tanto amor por los fierros, se dedicó a convertir los autos que
pasan por su mano y por supuesto por su taller, en obras de arte. Inmaculadas
por donde se las miren.
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