domingo, 9 de noviembre de 2014

Una cuestión de estilo

El taller de Pedrito

Pedrito tiene apenas 28 años, en su taller conviven los fierros que cualquiera quisiera tener se especializa en hot roads y tunning. Se imponen allí las máquinas del moño dorado, Chevrolet en su mayoría. En la esquina de  485 y 139 de Gorina se encuentra,  de 9 a 12 y de 14 a 19 horas todos los días. Reconocido por los trabajos que este realiza a la vieja usanza con martillo y fierro moldea esas piezas que son imposibles de encontrar y las deja como nuevas,y si no las arregla, las consigue y las trae de EEUU... 
Viernes a la mañana, por Camino Centenario hasta la calle Lacroze de Gonnet derecho por 133 avanzamos hasta la calle 485, seís cuadras hacia al fondo donde está la estación de servicios, justo al frente  con la puerta a medio abrir está el taller de Pedrito, son las 12 del mediodía la esquina es la intersección de las calles 485 y la 139 Gorina,. Dos muchachos esperan en la puerta uno más chico que el otro, el más alto es Pedro. Un Volkswagen Gold Trend de color rojo con unas llantas enormes bajado al ras del suelo se luce estacionado en la puerta. La Puerta se abre del todo y los fierros empiezan a asomar.




El taller abrió hace tres meses, el primer auto que le tocó tunear a Pedro fue una Coupe Chevy de color amarillo fosforescente. “Había que bajarla, ponerle audio y polarizarla un tuning básico” dijo Pedrito. “En ese momento era solo uno”, nos aclara...
Hoy el taller de 20 m2 está repleto. En la entrada se ven  dos chatas Chevrolet, una modelo 70 y pico y la otra 81. La roja que es la más viejita, tiene en su interior dos butacas, un volante de madera,  el tablero forrado en felpa y con una bajadita en la suspensión de 20 cm.  La otra parece la vedette, de color bordo, está a 15 cm del suelo, tiene suspensión hidroneumática, se sube y se baja a gusto del usuario. Las dos con vidrios polarizados, llantas anchas y cromadas. Más atrás hay una Chevrolet tipo trucker americana, debe tener de alto unos 2 metros diez,  el capo está en el metro ochenta de la máquina, sin parrilla, la están terminando. Olvidado en el fondo quedó un Chevrolet 51, también a medio pintar, en proceso de restauración. Un poquito más adelante  y con un color celeste espectacular oscuro, aparece una combi  Volkswagen pick up, bajada unos 15 cm, con la salvedad que en lugar de asientos para darle un poco de magia a la rústica combi, le encastraron un hermoso banco de plaza de madera todo barnizado, brillante.


La decoración del lugar es aún mejor, alrededor de las máquinas, como un mueble, aparecen  6 motores Chevrolet, cuatro V8 en un estado inmaculado, apoyados en sus patas como diciendo tengo poder. Llantas y gomas de varios tamaños, carburadores nuevos, pulidos listos para usar. Siguiendo con los motores al final de la fila de los V8 aparece un motor V10 de un Chevrolet Caprisse modelo 72. En el taller el motor, una cuadra y media más atrás en la casa de Pedro, en la sala de espera del taller, está el coche.
Este taller no solo vive de clásicos y es lo que más prestigio  sino que hacen todo tipo de trabajos aquí. Además del taller,  Pedro y sus dos amigos son compañeros de trabajo, participan con sus camionetas en eventos y reuniones a los que son invitados. Están en planes de organizar un encuentro en Gorina con sus autos y los autos de amigos, que según Pedro son muchos. Pero por ahora no hay nada firme.



Gorina a pesar de ser un barrio reconocido por el frigorífico y la cárcel que allí funciona, al pisar sus calles se ve una estirpe fierrera, cada dos cuadras hay un taller, ya sea de chapistas o de mecánicos que dan cuenta de la demanda que hay de estos servicios. Entre estos talleres aparece el “Taller de Pascual” en donde Pedro aprendió todo lo que sabe, y manifiesta entre sus trabajos junto con los clientes que le dan sus autos,  la experiencia adquirida.  En este momento tiene autos de Berisso, de Quilmes, de Berazategui y  hasta de La Plata. Siendo Gorina  barrio alejado del casco urbano platense demuestra así lo solicitado que está de trabajo el taller de Pedro.

 Pedro Pereyra se hizo conocido en el ambiente de una forma particular. Una vez le llevaron al taller una chevy que había sufrido un choque terrible y se le había deformado toda la trompa. El muchacho Pedro con toda su paciencia y laburo, le dejo la trompa nueva. Conforme con esto el cliente y él, deciden subir las fotos del trabajo realizado al Facebook, esto le sirvió de promoción. Y a los días le empezaron a caer autos y autos, logrando así la cantidad y los resultados que Pedro carga hoy a sus espaldas, siempre para seguir creciendo en su pasión y trabajo, obteniendo el prestigio que le dan todos los autos que pasaron por sus manos y los próximos que vendrán.
El trabajo abunda, se ven motores dispersos por todos lados y en proceso de trabajo, carburadores desarmados con tornillos desparramados alrededor, capos levantados, criquets elevados, todo impecable, digno de una sala de operaciones. No abunda la grasa,  la limpieza asombra. La prolijidad es digna de un boxes de carrera. La tranquilidad de los chicos, como un dejo de saber y de placer por lo que hacen le dan la experiencia del triunfo asegurado. Un mecánico al entrar aquí seguro sentiría algún recelo al ver estas piezas inconseguibles, de un carácter histórico, envidiable para cualquier restaurador. Y Pedro tranquilo dice, “si no las tenemos las conseguimos, traemos piezas de Estados Unidos si las necesitamos”.
Entre los fierros más comunes, se ven en el taller un Chevrolet Corsa cinco puertas con la trompa destrozada en vías de restauración, justo en el ingreso. Un Renault 11 gris sin una puerta, con algunas manchitas de anti oxido, listo para salir en breve. No son muchos pero están.
En la casa de Pedro, segunda sala del taller en el medio de un descampadito, un Motor home Mercedes 1518 marrón y blanco en varias escalas espera a un paso de la salida como queriendo partir. Las antiguas y más recientes adquisiciones De Pedro allí se exhiben, en su casa, esperando su turno con el cirujano, que por el momento está muy solicitado. El primero en salir será el Caprisse según Pedro, de restaurarse a cero sería una obra de arte y un estupendo trabajo. Las partes del fierro están dispersas por todos los huecos del taller, que no son muchos debido al espacio y la cantidad de pacientes en la sala de operaciones buscando resucitar. El Chevrolet Caprisse con su nuevo impulsor descansa en el fondo, con un motor 250 de Chevy, para que se pueda usar tranquilo sin hipotecarlo para salir a pistear. Donde está el Caprisse color verde, también hay una rural Impala color azul, una chevy serie dos color naranja y un Rambler Ambassador que descansan al aire libre, para volver a nacer cuando Pedro los quiera revivir

 
Este lugarcito alejado de la city, un pequeño remanso de creatividad y bellas maquinas en pleno proceso de resurrección. De la mano de un  simple pibe que de tanta pasión acumulada y de tanto amor por los fierros, se dedicó a convertir los autos que pasan por su mano y por supuesto por su taller, en obras de arte. Inmaculadas por donde se las miren.

Por Leandro E Sciutto

No hay comentarios.:

Publicar un comentario