domingo, 9 de noviembre de 2014

Acelera a fondo: Gustavo Paris

Una vida dedicada a los fierros

El amor por los fierros es para algunos una pasión que no conoce límites, una prioridad en la vida que supera a cualquier otra y por la que están dispuestos a abandonarlo todo. Puede llamarse amor, pasión u obsesión  pero es innegable  que su existencia sorprende y estremece por igual. Gustavo Paris, es de esta clase de fierreros.

A sus 37 años este amante de los autos no duda en confesar: “Yo respiro porque existen los fierros, son el motivo que me impulsa a levantarme cada mañana para venir al taller a trabajar”. Y mientras se limpia la grasa de sus enormes  manos, este hombre de metro ochenta que parece un ropero andante, sonríe como un niño ante la satisfacción de lo que hace. Su expresión demuestra por sí sola la veracidad de sus palabras.
-          ¿Cuándo empezó tu pasión por los autos?
-          Me gustaría decir que en el mismo momento que llegue al mundo, pero eso puede sonar demasiado exagerado. Sin embargo,  para ser sincero,  creo que todos estamos destinados desde nuestro nacimiento  a tener un gran amor y el mío sin duda son los autos.
Pero si hablamos del comienzo de todo esto, pienso que tal vez fue en la adolescencia cuando me di cuenta que no había nada más importante para mí que los fierros, porque si bien cumplía con el resto de mis obligaciones, no pasaba un solo día en que  no fuera a una exposición, a ver una carrera o simplemente a meterme en un taller para aprender tanto como pudiera. A mis padres eso los volvía locos.

-          ¿Tu familia no estaba de acuerdo?
-           Cuando pensaban que solamente era un pasatiempo ellos no tenían ningún problema. Pero con el paso del tiempo  notaron  que  estaba más tiempo metido en un taller que en casa, y para los últimos años de secundaria las cosas empezaron a ponerse feas. Mi viejo, sobretodo, era muy exigente con el tema del estudio.  Él es dueño de una empresa metalúrgica en Capital y esperaba que todos sus hijos le siguiéramos los pasos, pero  yo no quería saber nada.


-          ¿Cómo lo resolviste?
-          No lo hice hasta después de muchos años.
Cuando terminé el secundario entré a la Facultad de Económicas de La Plata y estudié la carrera de Licenciatura en Administración, me llevo siete años recibirme. Pero durante ese tiempo y a escondidas,  seguía frecuentando talleres y todos los lugares relacionados con los autos a los que podía ir. También me volví un fanático del Turismo Carretera y con la excusa de que tenía que estudiar  en lo de un amigo, me ausentaba días de mi casa para seguirlo a donde sea.
Pero delante de mi familia no podía ni tocar el tema de los autos, hasta un día le pregunte a mi viejo cuál era el problema si yo quería ser mecánico y por poco me mata. Nunca nos pudimos poner de acuerdo, es una lástima.
Así que cuando me recibí no me quedo otra que empezar a trabajar en la empresa de la familia.

-          ¿Estuviste trabajando ahí mucho tiempo?
-          Un año nada más, fue todo lo que pude aguantar. No me quedaba tiempo para dedicarme  a mí mismo y a lo que me gusta, porque de lunes a viernes mi vida era el trabajo y el fin de semana estaba tan molido que no tenía ganas de nada. A parte era sumamente infeliz, creo que fue el peor año de mi vida.
Así que un día tome coraje y me fui a hablar con mi viejo, no voy a contar los por menores de la discusión pero puedo asegurar que fue muy mala. Ese día no solo renuncie a mi trabajo, no me quedo otra opción que dejarlos a ellos también.

-          ¿No volviste a tener relación con ellos?
-          La verdad es que fueron ellos los que no quisieron volver a tratar conmigo, en esa última charla le dije a mi viejo que ya tenía trabajo en un taller y me hizo la cruz.  Mi vieja también. Con los únicos que mantengo contacto son mis hermanos y mis sobrinos, se podría decir que a ellos no los avergüenza el camino que tomo mi vida.

-          ¿Crees que a tus padres les da vergüenza?
-          Es probable que sí, pero después de tantos años creo que empiezo a tomar sus palabras de otra forma. Se preocupaban por mi futuro y querían lo mejor, pero no pudieron entender lo que yo quería y me hacia feliz. Creo que todos estamos mejor así.

-          ¿Cómo siguió tu vida después de que dejaste la empresa?
-          Me dedique pura y exclusivamente a mi pasión y hasta
me compré mi primer auto, una Chevy 1970 a la que le tuve que hacer el motor nuevo para ponerla en marcha. Una belleza como pocas, el amor de mi vida.


-          ¿Cuándo decís “amor de mi vida” hablas completamente enserio no?
-          Entiendo a lo que te referís y sé que puede sonar increíble para muchos, pero la verdad es que yo no necesito nada ni a nadie más que a mi maquina. Es lo que me llena, lo que de verdad hace que mi vida tenga sentido. Aunque  no te voy a decir que no me gusta la compañía de la gente porque sería una mentira, pero si tengo que elegir me quedo con el auto.

-          Imagino que las relaciones de pareja no deben ser fáciles para vos.
-          Según lo que interpretes por relaciones, las mías son más bien cortas y sin muchos compromisos, ya que no hay muchas mujeres que lleven bien mi estilo de vida ni que soporten estar siempre en segundo lugar. Yo las entiendo pero siempre les advierto cómo soy y si compran,  el paquete va completo. Mi primer amor son los autos después todo lo demás.

-          ¿No te imaginas una familia a futuro?
-          Pienso que algún día me gustaría tener hijos con los que compartir mi pasión, pero sé que es muy difícil por mi forma de ser y  la verdad si no cambie hasta ahora no voy a cambiar mas. Para mí no es un problema porque soy feliz y al fin de cuentas lo importante es levantarme cada mañana con ganas de vivir y de eso me sobra. La familia es algo para lo que no fui creado.

-          ¿Cómo viviste  el 2 de abril del año pasado?
-          Esa noche fue una locura. Yo vivo en el barrio La Loma que fue uno de los más afectados con la inundación y en mi casa entró un metro y medio de agua, se llevo casi todo. Pero eso no fue lo peor,  yo estaba volviendo del trabajo y cuando iba con la Chevy por Circunvalación,  de la nada el agua  empezó a subir y se me paro el motor. No había forma de que pudiera sacar el auto de ahí, no me acuerdo exactamente la calle en la que estaba pero era a pocas cuadras de mi casa y yo estaba desesperado. ¡El agua se tragaba mi auto! Pero no lo abandoné, me quede sentado en el techo toda la noche sin mover un pelo, rogando que el cielo se apiadara y pudiéramos salir los dos enteros de esa.

-          ¿Te das cuenta que arriesgaste tu vida esa noche?
-          Y que otra cosa podía hacer, uno no deja solo a los que ama en los peores momentos. Así que me quede con mi Chevy todo el tiempo,  aunque a medida que el agua subía yo sabía que se iba a llevar la peor parte.
No pensé en lo que estaba arriesgando esa noche y tampoco lo pienso ahora, no me imagino que pudiera haber hecho las cosas de otra forma. ¿Dejarla ahí y ponerme a salvo del agua? ¡Y después con qué cara digo que  amo los fierros!

-          ¿Qué pasó después?
-          A la mañana la lluvia empezó a parar y el agua de la calle bajaba más rápido, así que salté del techo del auto y desde la casa de una vecina me comunique con unos amigos que me vinieron a buscar.  Tuvimos que esperar unas cuantas horas hasta que con una camioneta pudimos enganchar la Chevy y llevarla hasta mi casa.
Cuando la empecé a revisar me di cuenta de que había mucho que no iba a poder salvar y aunque hable con la gente del seguro no me dieron ninguna solución.
 Así que de a poco la estoy arreglando. La tengo en el taller y cuando me queda algo de tiempo se lo dedico de lleno, cada centavo que tengo lo gasto en el arreglo. Calculo que en unos meses más va a estar lista para salir de nuevo a la calle.


-          ¿Ahora tenes otro auto?
-          Si, un Chrysler Stratus modelo LX Full 2000. Es una belleza, tiene motor 2.5,  6 cilindros caja automática y secuencial, fue un regalo de mi hermano mayor después de la inundación. Él me llamo unos días después para ver cómo estaba y me preguntó si me hacía falta algo, yo en broma le dije “un auto” y a los dos meses se me apareció en casa con el Stratus. Igualmente no se compara a la Chevy, son dos cosas completamente diferentes, pero mi corazón es grande y tengo lugar para los dos.


-          ¿Un nuevo amor?
-          El mismo pero de otra forma. Creo que acá podría hacer una analogía con el tema de los hijos, porque aunque tengas muchos los amas a todos por igual pero cada uno tiene algo que lo hace especial  y también llegaron en momentos diferentes de la vida, lo que hace que  generen sentimientos particulares, aunque siempre y ante todo se les tiene el mismo amor.

-           Y con respecto a tus viajes para ver al Turismo Carretera (TC) ¿los seguís haciendo?
-           Eso es una parte esencial de mi vida, me fascinan las carreras de autos y ya que no corro me conformo con ir a ver a los que saben. Sigo al TC a donde vaya, antes en compañía de la Chevy y ahora con el Stratus.
De pibe soñaba con volverme corredor, pero me alcanza haber llegado hasta donde lo hice aunque quien sabe, nunca es tarde para cumplir los sueños.
Yo soy un tipo perseverante y lo demostré a lo largo de toda mi vida, si quiero algo es probable que lo logre. Ahora mi prioridad es terminar con mi Chevy y el año que viene viajar a Mendoza donde se planea hacer una exposición para estas bestias. De momento es ahí donde tengo la cabeza.

-          Teniendo en cuenta todo lo que dejaste atrás por los autos ¿te arrepentís de algo?
-          De nada.  Estoy exactamente donde quiero estar, hago lo que me gusta y vivo todos los días a mi manera. No hay forma de que pudiera arrepentirme porque todas las decisiones que tomé y  lo que dejé en el camino, me trajo a este lugar que no cambiaría por nada ni nadie. Es la vida que elegí, mía y de nadie más.

Gustavo Paris es la prueba indiscutible del “fanatismo por los  autos” y aunque este estilo de vida pueda generar controversias entre aquellos que no lo comprenden, es otra faceta del mundo fierrero que no puede ser ignorada.

Por Noelia Velazquez

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